Artículo Un gran banquete

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Una buena relación de calidad y precio es el éxito de este lugar

No es, a buen seguro, el restaurante más célebre de San Ildefonso, pero sí es uno en los que mejor se come por un precio ajustado. Su excelente relación calidad-precio hace que este establecimiento esté habitualmente lleno por clientes que sólo quieren disfrutar de buenos guisos, excelentes carnes y ricos asados.

Situado a un paso del conjunto monumental de la localidad, su interior, sin embargo, no llama excesivamente la atención, sencillez en un estilo que ni siquiera explota el encanto de lo rústico. Pero, en este caso, y más aún cuando el servicio es rápido y eficaz, la decoración nos trae sin cuidado.

La carta es la típica de los restaurantes de la zona. Entradas compuestas por embutidos y raciones, así como diversas ensaladas y platos de verdura. Imprescindible dar cuenta de los riquísimos judiones de La Granja y de la sopa castellana, que llega a la mesa con el huevo ligeramente cuajado, tal y como nos gusta, y servida como manda la tradición, en cazuela de barro.

La sencilla crema de verdura, en la que ni siquiera repararíamos si no fuera porque hay niños en la comida, resulta, a la postre, un estupendo primer plato cuando se trata de templar el cuerpo tras una mañana en el campo.

Los segundos platos siguen la línea que marcan las entradas raciones generosas, excelente producto y ejecución sencilla y efectiva. Son muy recomendables cualquiera de sus asados (cochinillo y cordero, servido en cuartos) y, sobre todo, las carnes rojas.

Si bien estas se colocan sobre unas incómodas bandejas de barro (demasiado grandes y en una tabla de madera, lo que hace que corramos el riesgo de que nuestra comida acabe desparramada por el suelo), el sabor de la misma hace olvidar cualquier situación embarazosa.

El entrecot, por ejemplo, que se ofrece con una guarnición de patatas fritas y pimientos de Padrón, es una opción muy recomendable, así como el solomillo, el chuletón o las chuletillas de lechal. También hay algunas propuestas de pescado, como la merluza o el lenguado a la plancha, que llegan en el día, aunque, francamente, nos quedamos con la carne.

Los postres, todos caseros, constituyen un buen cierre a una comida realmente opípara. Está buenísimo el flan de queso. En cuanto a la bodega, no es excesivamente larga, aunque sí adecuada a la oferta de la casa.